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IOANA | EN MONTRÉAL

Me llamo Ioana Comet y tengo 32 años. Soy de Zokoa, aunque mis padres se trasladaron después en Senpere.

¿Dónde estás ahora, porque y desde cuándo?

Con 21 años, salí a estudiar a la universidad Laval, en la ciudad de Quebec, en 2005 y 2006. En aquel tiempo, acuerdos binacionales favorecían este tipo de movilidad (i.e. los acuerdos CREPUQ Francia/Quebec caducos desde el año pasado). Después me instale en Beijing, y durante esta estancia realice que tenía que vivir en Quebec. No era porque no me gustaba China, al contrario. Pero, habiendo hecho gran parte de mis estudios en Quebec, allí tenía un círculo de amigos conocidas en la universidad. Por esto resultaba más fácil vivir allí porque afectivamente era más fácil sentirme en casa. Por eso, desde 2008, vivo en Montreal que veo como mi casa. O mejor dicho, nuestra casa, puesto que mi compañero es quebequés. ¡Es un elemento fundamental para decidir!

¿Cuál es tu experiencia? ¿Tu trabajo?

Hay que decir también que, en Francia, sería difícil investigar en el campo que elegí. Me explico: como geógrafa, soy actualmente investigadora asociado en el INRS-UCS (Instituto Nacional de Investigación Científica, Unidad Urbanización-Cultura-Sociedad) en la red de investigación y conocimiento relativos a los pueblos indígenas, la red DIALOG. Estamos especializados en la investigación-acción en asociación, o sea una colaboración con organismos pueblos indígenas teniendo como finalidad la investigación de temas pertinentes para ellos. Por ejemplo, hace dos años que trabajo con personas indígenas sin hogar (“sin domicilio fijo” como se les llama en Francia), cuyo número cada vez mayor tiene preocupados las instancias representantes de las Primeras Naciones.

Para resumir, no estudiamos las Primeras Naciones del país, sino que trabajamos con ellas. Este enfoque puede aparecer como militantismo, a veces criticado en Europa. Pero hay que tomar en consideración que los procedimientos éticos autorizando este tipo de investigación en el contexto canadiense es completamente distinto del contexto francés donde, por ejemplo, los investigadores no tienen la obligación de tener el acuerdo de quienes son objeto de la investigación. Estos trámites son obligatorios en este lado del Atlántico, lo cual favoreció la organización de acuerdos entre instituciones como la mía. Este contexto permite evitar derivas como las enfrentadas en Francia por el Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD), acusado hoy de “biopiratería”, o sea de robo de los conocimientos tradicionales de los pueblos indígenas con finalidad comercial (véase el artículo de Le Monde del 01/02/2016 para más información). Ahora me implico en otros contextos como la Euskal Etxe de Montreal donde trabajo a un proyecto titulado Memoria Bizia. En efecto, en el marco de mi trabajo, suelo gravar historias de vida y entrevistas, lo cual constituye una competencia que pongo hoy a disposición de la diáspora vasca en Quebec. Se trata de filmar los testimonios de personas que hicieron la historia de la migración contemporánea de los vascos en Quebec. Este proyecto se realiza al mismo tiempo en distintos sitios de Canadá y Estaos-Unidos, de tal forma que al final podremos conocer mejor y valorizar esta realidad social. Y puedo asegurar que, aquí, ¡las historias de nuestros mayores son extraordinarias!

¿Porque te fuiste del País Vasco?

Me fui del País Vasco, no porque no lo quería sino por ganas de descubrir horizontes desconocidos. Pertenezco a una familia de viajeros, muy abierto al extranjero, y eso llego a influir sobre mis opciones. Además, en Francia, me sentía un poco bloqueada en lo que quería experimentar. Si preguntáis a cualquier vasco viviendo en Quebec, os dirá que aquí, si tienes un buen proyecto y energía para ello, puedes emprender mucho más cosas. Y la palabra emprender no se debe entender solamente en el sentido económico de empresarial. Quebec no es un Eldorado y presente tantos inconvenientes como Francia o España. Pero las estructuras son más flexibles, entonces más abiertas al espíritu de iniciativa tanto individual como colectiva.

¿Vas al Euskal Etxe, ¿Prácticas la cultura vasca? ¿El euskara?

Si, voy a menudo al Euskal etxe. No fue siempre así. Durante los primeros años, huía de mis compatriotas. No hay que esconderlo, no se va al extranjero sin huir de algo; a menudo se busca el “Otro Lugar” que sea diferente de uno. Irónicamente, es a través de mi trabajo que me interese a todo esto. Hay que decir que la preservación de de los idiomas primeros (como el Mohawk, el Anicinape, el Inuktitut etc.) es uno de los retos mayores para las sociedades indígenas locales. Eso me llevo a cuestionar mi conocimiento muy superficial del euskera. O sea ¿que preconizaba deliberadamente mantener esta riqueza, y que pasaba con la mía? Las clases de euskera del Euskal Etxe me abrieron las puertas de la diáspora. Me gusto escribir “vascos” en plural, porque aun que se suele enseñar, todos los profesores que tuve, de hego o iparralde, nos presentan a menudo las diferencias lingüísticas regionales. ¡Es muy estimulante! Y me encontré también con personas extraordinarias que me dieron ganas de quedarme. Además, hoy, soy muy orgullosa de ver el interés por el tema que manifiesta mi compañero. Además, se organizan muchas cosas como por ejemplo Korrika, durante la cual corrimos en plena tormenta el año pasado!

¿Cuáles son tus relaciones con el País Vasco?

Mis relaciones con el País Vasco son fuertes porque mi familia y mis amigos allí viven. Cuando te vas, en primero, echas de menos siempre a las personas después vienen los lugares. En este sentido, soy bastante orgullosa de proceder de un sitio tan fabuloso, magnifico y misterioso. ¡Es increíble! Por mi trabajo, suelo viajar mucho por todo Quebec. Por ejemplo, trabajé en el Árctico, uno de los más esplendidos lugares que tuve la suerte de ver. Aun, en mi corazón, el País Vasco es el único sitio que va sobrevivir siempre.

¿Qué es lo que te gusta allí? ¿Qué es lo que te falta de Euskal Herri?

Echo de menos al Océano. Vivía en el Untxin, a 500m de la playa, y estaba presente todo el día, con sus olores, sus ruidos, sus colores. Con sus tesoros también. Así dicho, es un poco lirico, pero mi fascinación por el océano es tal que, en el monte, siento un poco claustrofobia. Este océano me permite viajar también. De niña, me acuerdo haber ido en bici en la cornisa de Zokoa para tratar de ver el otro lado del océano. Y tenía concretamente la impresión de sentarme en el borde de un continente cuyo otro lado estaba situado en Asia. Crecer en este entorno ha sido profundamente determinante para lo que hice después. Geógrafa. Todo está dicho.

¿Tienes ganas de volver al País Vascos?

Ya sé que no hay más que un sitio donde podre morir en paz. Allá en País Vasco. Mientras tanto, no sé cuál será mi destino. Hace 10 años que vivo aquí, y podría cambiar también. Más que verlo como una incertidumbre, prefiero pensarlo como a un millar de sorpresas y experiencias que me esperan. ¡Y es mucho más fácil decirlo cuando uno sabe de dónde viene!